Tres guineas by Woolf Virginia

Tres guineas by Woolf Virginia

autor:Woolf, Virginia
La lengua: spa
Format: epub
editor: Ediciones Godot,
publicado: 2015-05-18T16:00:00+00:00


The Blessing of my later years

Was with me when a Boy:

She gave me eyes, she gave me ears;

And humble cares, and delicate fears;

A heart, the fountain of sweet tears;

And love, and thought, and joy.87xvi

Tal era, tal quizá siga siendo, la relación de muchos hermanos y hermanas en privado, como individuos. Se respetan y se ayudan mutuamente y tienen objetivos en común. ¿Por qué, pues, si su relación privada es de esa naturaleza, como demuestran la biografía y la poesía, su relación pública es tan diferente, como demuestran el derecho y la historia? Y aquí, como usted es abogado y tiene una memoria de abogado, no hace falta que le recordemos ciertos decretos de la legislación inglesa que aparecen desde los primeros registros hasta el año 1919 para demostrarle que, en la esfera pública, la relación entre hermano y hermana en la sociedad ha sido muy diferente a su relación en la esfera privada. La mera mención de la palabra “sociedad” hace resonar en la memoria las funestas campanas de una melodía estridente: no deberás, no deberás, no deberás. No deberás aprender, no deberás ganar dinero; no deberás poseer; no deberás… Esa fue la relación de hermano a hermana en la sociedad durante muchos siglos. Y si bien es posible, y para los optimistas es probable, que dentro de un tiempo una sociedad nueva haga sonar un carillón de espléndida armonía, y su carta lo anuncia, ese día se encuentra muy lejos. Inevitablemente nos preguntamos: ¿hay en esa conglomeración de personas que forma una sociedad algo que despierta el aspecto más egoísta y violento, menos racional y humano, de los individuos? Inevitablemente consideramos a la sociedad, que ha sido tan buena con ustedes y tan severa con nosotras, como un molde inadecuado que distorsiona la verdad, deforma la mente, encadena la voluntad. Inevitablemente vemos a las sociedades como conspiraciones que hacen desaparecer al hermano privado, a quien muchas de nosotras tenemos motivos para respetar, y en su lugar erigen a un macho monstruoso, de voz fuerte, de puño duro, que se empeña puerilmente en hacer marcas con tiza sobre la superficie de la tierra, dentro de cuyos límites místicos se acorrala a los seres humanos de manera rigurosa, separada, artificial; ahí, él, embadurnado de oro y carmesí, decorado con plumas como un salvaje, lleva a cabo ritos místicos y goza de los dudosos placeres del poder y el dominio mientras a nosotras, “sus” mujeres, nos encierran en la casa privada, despojadas de la posibilidad de participar en alguna de las múltiples sociedades que componen la sociedad. Por tales motivos, que reúnen muchos recuerdos y emociones -pues, ¿quién puede analizar la complejidad de una mente que alberga un depósito tan hondo de tiempo pasado?-, rellenar su formulario y afiliarnos a su sociedad es para nosotras un error racional y una imposibilidad emocional. Porque hacerlo sería fundir nuestra identidad con la suya, seguir y repetir y hacer más profundos todavía los surcos viejos y gastados en los que la sociedad, como la púa



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